En la visión del mundo vasca, la sociedad y la economía no son asuntos tristes para el consumo de los individuos; se componen de actividades lúdicas, y las personas se entregan a la sociedad por medio de ellas.

Esto es evidente en el registro que codificó nuestra cosmovisión: la mitología. Para empezar, en la mitología vasca no hay Dios ni Diosas, en el sentido moderno de esta palabra, a pesar de que llamemos ‘diosa’ a Mari. Mari es personificación, imagen y esencia de la Naturaleza, más que una ‘diosa’ sobrenatural. Y es lo mismo con otros personajes mitológicos. Esto vuelve a subrayar el naturalismo del mundo vasco, y a establecer una notable diferencia con otras mitologías europeas.

Otro rasgo notable: los seres míticos vascas trabajan. E incluso lo hacen para jugar, de manera lúdica. Los Gentiles caballeros trabajan, pero jugando y pr el mero hecho de jugar, apostando y poniéndose a sí mismos a prueba. Y Basajaun cuida de las ovejas de los pastores, nunca roba ni hace daño. Mari, si ve que algún baserri y familia están débiles, trabajará su huerto a la noche, sin queja. Y más tarde, cuando incorporamos el culto cristiano de María en la forma de Amabirjiña, ella va ayudar a los pescadores a la noche, y al amanecer, su imagen aparece en la ermita manchada de salitre, como una trabajadora más.

Los personajes vascos, sean Mari o Galtzagorris, cuando trabajan los huertos ajenos no lo hacen con magia, sino trabajando duro. Pero no con tristeza y pesimismo. Pues el trabajo hecho con amor no es ‘trabajo’.

Estas no son falsas idealizaciones e invenciones. De acuerdo con el naturalismo vasco, no nos crea un Dios, y no nos afectan diversos dioses. Por el contrario, somos nosotros quienes creamos a Dios y a los dioses, porque más allá de la naturaleza no hay nada. De esta manera, los personajes mitológicos y las religiones reflejan lo que pensamos de la vida. En nuestro caso, Mari, Amabirjiña, o los Gentiles, reflejan cómo vemos la vida, y cómo nos gustaría que fuera. De ahí su importancia para descubrir las fuentes de la sociedad vasca y algunos de sus aspectos modernos.

La visión económica vasca es por tanto así, en el espejo de la mitología: las cosas se logran por trabajo e iniciativa, no caídas del cielo o por el consumo o propiedad obtenidos de alguna otra persona. Apoya un tópico sobre la naturaleza vasca: ‘vasco, trabajador’. Pero implica muchas más cosas.

Volvamos a la tendencia de insertar al yo en la Etxea o casa. Gu etxerako gara, ez etxea guretzat ‘Nosotros somos para la casa, no la casa para nosotros’ reza el antiguo adagio. Hoy en día, también se refleja en un adiós bromista: ondo ibili, gitxi gastau, eta bueltak amari ‘pásalo bien, gasta poco y las vueltas para ama’. También implica una forma peculiar de ver la propiedad: la jabetza o jabego, habitualmente traducidos por ‘propiedad’, proviene del trabajo y el cuidado otorgado a algo, no te da la libertad de hacer con algo lo que te venga en gana. La amama de una auzolankide lo resumió muy bien cuando, después de dedicar un duro día de trabajo a cuidar el baserri, exclamó satisfecha: ai, zelako jabetasuna emon dautsegun etxeari! ‘¡ay, cuánta jabego le hemos dado hoy a la casa!’ En general, para la visión vasca de la economía y la sociedad, los individuos son para el hogar y la sociedad, y no al revés.

La propiedad y los recursos son, por tanto, para aquellos que responden por los medios productivos por la gente de la sociedad, no para los podeross. Y no es mero idealismo. Era El Reino de Navarra, que de facto era un estado vasco, se estructuraba con los tenentes o gobernantes militares. Pero no eran señores feudales. Tenían capacidad de decisión en sus fortalezas sólo mientras se hicieran responsables de ellas y de la gente del entorno, nada más. No tenían la capacidad de darlas en herencia; no eran de ellos.

En general, la consistencia y coherencia del Euskal Sena puede adertirse en diferentes dimensiones. Por ejemplo, la auzolankidetasun económica de la Euskal Sena se refleja en la mitología: las lamiñas hacen puentes en auzolan; no en soledad, sino a través del trabajo colectivo. Y, en la dirección opuesta, la atención otorgada por cosmovisión a las totalidades y las circularidades se reflejan en las organizaciones económicas vascas, que son circulares, alternando roles y obligaciones. La gente vasca, para sus actividades productivas, prioriza lo grupal, y se guía por un criterio de círculo igualitorio y sin jerarquías.

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