La cosmovisión naturalista del euskera: el yo en el nosotros, nosotros en la casa, y la casa en la naturaleza
El vasco se adapta a la vida y al medio ambiente, imponerse a ellos no es su tendencia. Por ejemplo, insertamos el yo o ego en la colectividad del nosotros; al hablar decimos gure etxean ‘en nuestra casa’, gure ama ‘nuestra madre’, gure herrian ‘en nuestro pueblo’, gurean ‘entre nosotros’ (no es vasco ‘nire sendia’ ‘mi familia’, ‘nire etxea’ ‘mi casa’…). Y construimos nuestro discurso sobre ello, es decir, ponemos verbos y oraciones en ese modo guka ‘de nosotros’.
Es costumbre designarnos respecto a la casa y a la naturaleza, y designar también las casas respecto a su entorno natural: Oihana Tellaetxe, Leixuri Portuondo, Aizpea Larralde… Y, frecuentemente, a modo de mapas: Goitiaburularrazabal, Madariagaerrandokoa, Iturriagaetxebarria… ¿Quién no llegaría a la casa de la familia Iturriberrigorrigoikoerrotaberrikoetxea, registrada en 1920 en Buenos Aires? El nombre Javier proviene de Etxebarri, en antiguo euskera navarro Etxa-Bier, y por ello sabemos que San Francisco de Javier nació en la nueva casa construida junto al castillo de su familia.
Cuando una de las principales preocupaciones de las sociedades modernas es cuidar la naturaleza y no enviar el planeta al garete, resulta que el euskara, desde hace miles de años, refleja ya que no somos sino una mera componente de la naturaleza. Una idea que va más allá en otros ejemplos, como iremos profundizando.
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