“¿Qué es la verdad? La verdad es una mentira contada por Fernando Silva”. Ese secreto nos destapó Eduardo Galeano: “uno escucha, pongamos por caso, al pájaro clarinero cantando en una rama, y uno piensa: Ese pájaro está imitando a Fernando cuando Fernando imita al pájaro clarinero”.

He recordado esto a favor de las personas que han contribuido a este proyecto, o van a hacerlo. Pues habiendo sido meditado y parido en este torpe País Vasco, y si conseguimos que sea conocido lo suficiente, será despreciado y relegado por algunos paisanos (y muchos extranjeros) a su gusto y sin reparo.

¿Cómo consigue Fernando Silva las mezclas verdaderas de verdad y mentira? Simplemente, “Él cuenta sucedidos [y] trabaja de médico …. Porque él cura tocando. Y contando, que es otra manera de tocar.”

Lo hecho público aquí tiene su faceta de mentira. Pero no es perturbador, pues viene con el propósito de curar. Se cuentan ‘sucedidos’, sí. Pero si lo que estos sucedidos plasman está presente en la realidad, incluso en argamasa, y nos resulta hierba medicinal, como las herramientas de Fernando Silva, tendremos un día de celebración.

Los ‘sucedidos’ de aquí, por lo tanto, no deben subestimarse. Incluso las obras de arte que son pura ficción, como dijo Milan Kundera, son “una intención de conocer, comprender, comprender este o aquel aspecto de la realidad”.

Más específicamente, esto dijo Milan Kundera: “Desde siempre odio, profunda, violentamente, a aquellos que quieren encontrar en una obra de arte una actitud (política, filosófica, religiosa, etc.), en lugar de encontrar en ella una intención de conocer” (Kundera 2009). Quien desee encontrar aquí alguna actitud lo tendrá fácil, pues no se ocultan los supuestos de partida. Se parte de que el Pueblo Vasco es un pueblo aunque, a pesar de lo sorprendente, algunos le nieguen incluso eso. Se pretende entender esa esencia nacional, y también promoverla, a través de una obra de arte que se pretende hierba curativa.

Ya que trabajar Por un Pueblo Vasco imaginario, como dijo Santi Leoné, es insoslayable. A decir verdad, todas las naciones tienen tipos ideales para definirse a sí mismos. Algo bien hecho, pues, como apuntó Max Weber (1904) , los tipos ideales son los ladrillos del conocimiento social. Y el País Vasco también tiene derecho a redefinir sus propias imágenes e imaginaciones, a principios de este milenio.

Aunque en la creación y el estudio del imaginario vasco prevalecen en la actualidad la diversificación y la academización (Zulaika 1996, cap. 8). Pero todavía es inusual lo intentado aquí: una introversión reflexiva de los actores sociales sobre su propio ser social, fuera de la supuesta -e irreal- neutralidad de la ciencia.

Ficción sí, por lo tanto, como cualquier conocimiento de la realidad. Y porque, a decir verdad, la ficción es esencial en el conocimiento científico sobre un pueblo, en el reconocimiento del propio Joseba (Zulaika 1996, cap. 10) . Porque las variables de la realidad son inconmensurables y cualquier construcción mental, incluidas las producciones científicas, son eso, tales construcciones. Desde un punto de vista, tipos ideales diluidos en la complejidad empírica; desde otro punto de vista, en cambio, obras de arte y ficción apropiadas.

Pues la única verdad en este asunto, como dijo Humpty-Dumpty fue esta:

– Cuando yo uso una palabra -dijo Humpty-Dumpty con un tono burlón- significa precisamente lo que yo decido que signifique: ni más ni menos.

– El problema es -dijo Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

– El problema es -dijo Humpty-Dumpty- saber quién es el que manda. Eso es todo. (Carroll, 1872, p. 72)


Referencias:

Galeano, E. (2003). El libro de los abrazos. Madrid: Siglo XXI.

Kundera, M. (2009). Los testamentos traicionados. Barcelona: Tusquets.

Weber, M. (1904/1949). Objectivity in social science and social policy. In E. A. Shils, & H. A. Finch (Eds.), The methodology of the social sciences (pp. 49-112). New York: Free Press.

Zulaika, J. (1996). Del cromañón al carnaval: Los vascos como museo antropológico. San Sebastián: Erein.