En el País Vasco existen dos tipos de compatriotas: los que tienen la cabeza colonizada y los que no. Y si alguien te dice que eso es una tontería indemostrable, eso mismo demostrará que pertenece al primer grupo.
Los encontrarás fácilmente. Sobre el caballo de la prudencia y la objetividad, despreciarán cualquier cosa propuesta para reforzar valores idiosincráticos: “eso no es como dices, es así”, porque “no hay artículo científico que lo demuestre”, etc.
Un caso. Si les decimos que la palabra ‘lagun’ se aplica a grupos amplios y a colectivos de desconocidos, y que ello parece reflejar un valor de fraternidad de en el instinto cultural vasco, responderán: «ah, vaya txorrada», «eso no está publicado en ningún sitio», «lagun y kide son lo mismo, nada especial».
¿Dónde está publicado eso que dicen, según su propia exigencia? En ninguna parte. Pero te lo echarán a la cara como una ley objetiva e incontestable.
Lo triste es que, a menudo, estos ‘ateos respecto a los valores vascos’ pueden ser euskaltzales militantes. Se puede estar dispuesto a dar horas y energías al euskera. Pero la cabeza está colonizada por una actitud de desprecio externo que calca la lógica de ‘háblame en cristiano’.
Porque el Euskal Sena es unidad, el instinto cultural vasco es fraternidad, porque el instinto vasco es optimismo. Porque nuestra mente cultural no se basa en la actitud de decir “eso no, eso no” sólo por el hecho de que, inconscientemente, no se adecúa a lo que hemos interiorizado de los puntos de vista ajenos. Nuestra postura instintiva cultural es “puede que sea así, así a botepronto no me parece, pero considerémoslo un rato entre todos para ver qué puede ser”.
Quienes te niegan un criterio cultural nacional te aparecerán montados sobre los caballos de la prudencia y la objetividad, pontificando de arriba abajo, donde quedas tú. Pero, con respecto al criterio del instinto vasco, vienen montando en tortugas.
Los encontrarás en cualquier debate. Si recuerdas que la raíz de haitz- puede estar presente en los términos de utensilios, te responderán que “está ya demostrado que el hacha viene de asciola latina”. Pero sin contrastar nunca esa prueba. (Yo lo hice, y descubrí que esa teoría es una creencia no documentada, siendo además es la que menos boletos tiene para sobrevivir en un ring dialéctico).
Una línea argumental muy parecida que repetirán frecuentemente es: “eso que tú dices no está publicada en ningún sitio, realmente lo que ocurre es B”. ¿Pero dónde está B publicada? En ningún sitio, se han olvidado de eso. Pero es fácil hablar con la corriente, pones la voz de sabio objetivo y ya está, ya has hecho lo suficiente como para dejar a los boronos en ridículo.
No importa. Estos sabios científico-objetivos te tratarán como pueblerino, sin sentir nunca lo profundo de la palabra ‘lagun’. Te hablarán aplicando sin errores la aditz-taula, pero sin sentir y florecer nunca el instinto de esa Euskal Herria que tanto tienen en boca.
Esa alegría la mantendremos dentro, los vascos pueblerinos boronos ilusos. A ellos, los bien hablantes, podrás luego verlos en las Euskal Jaias, comiendo talos (es decir, boronos) y bebiendo txakolí, mola ser vasco. Aunque puede que los pueblerinos no los veamos, porque no hemos ido, pues me dice mi mujer que vivir euskaldun no es una folclorada de un día al año. Es una militancia que tenemos todos los días, no sólo hablando euskera sino, también, indagando en la visión del mundo vasca y en la patria interior en que deseamos florecer y ofrecer.
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